Biografía


VIDA Y PENSAMIENTO 
DE UN FILÓSOFO ECUATORIANO

Bolívar Vinicio Echeverría Andrade (Riobamba, Ecuador, 1941Ciudad de México, México, 5 de junio de 2010) fue un filósofo latinoamericano, de origen ecuatoriano, y nacionalizado mexicano. Fue profesor emérito de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Realizó sus estudios universitarios en Alemania y México. Participó en el movimiento estudiantil alemán de los años 60. En 1970 se estableció en México en donde vivió como traductor, continuó sus estudios de filosofía y economía y llevó a cabo durante seis años un seminario de lectura sistemática de El capital de Marx. Desde entonces fue académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en donde fundó revistas culturales y políticas, tales como Cuadernos Políticos (1974-1989); Palos de la Crítica (1980-1981); Economía Política (México 1976-1985); Ensayos (1980-1988); al momento de fallecer, en junio de 2010, formaba parte de los consejos de redacción de revistas como Theoria (desde 1991); y Contrahistorias. La otra mirada de Clío (desde 2003).

Sus investigaciones se centraron en la lectura del existencialismo de Sartre y Heidegger, la crítica de la economía política de Marx y el desarrollo de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, así como los fenómenos culturales e históricos de América Latina. A partir de estas investigaciones formuló su crítica de la modernidad capitalista y su teoría del ethos barroco como forma de resistencia cultural en América Latina, para una posible y deseable "modernidad alternativa", es decir, una "modernidad no-capitalista".
Entre los premios que recibió están: Premio Universidad Nacional a la Docencia (México,1997), Premio Pio Jaramillo Alvarado (FLACSO-Quito, 2004) y Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico (Caracas, 2006).
Falleció en la Ciudad de México el 5 de junio de 2010, por un infarto cardíaco.

Obras sobre Bolívar Echeverría
Stefan Gandler, Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, México, FCE/UNAM/UAQ, 2007.
  • El discurso crítico de Marx, México: Era, 1986.
  • Conversaciones sobre lo barroco, México: UNAM, 1993.
  • Circulación capitalista y reproducción de la riqueza social. Apunte crítico sobre los esquemas de K. Marx, México: UNAM / Quito: Nariz del diablo, 1994.
  • (comp.), Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, México: UNAM / El Equilibrista, 1994.
  • Las ilusiones de la modernidad, México: UNAM / El equilibrista, 1995.
  • Valor de uso y utopía, México: Siglo XXI, 1998.
  • La modernidad de lo barroco, México: Era, 1998.
  • Definición de la cultura, México: Itaca, 2001.
  • (comp.), La mirada del ángel. Sobre el concepto de la historia de Walter Benjamin, México: Era, 2005.
  • Vuelta de siglo, México: Era, 2006.
  • Modernidad y blanquitud, México: Era, 2010.
Referencias
1.     Instituo Nacional de Migración/ Centro de estudios migratorios., Ed (2010). 200 Mexicanos que nos Heredó el Mundo. Paralelo 21. pp. 118. ISBN 978 607 7891 02 4. «"Las 200 personalidades incluidas aquí destacaron por sus notables contribuciones a México. Todas ellas nacieron en el exterior y se arraigaron en el país por diversos motivos y razones...."»
2.  Falleció Bolívar Echeverría, voz crítica de la modernidad capitalista 

Jaime Labastida:  
La muerte del filósofo Bolívar Echeverría (Riobamba, Ecuador, 1941-Ciudad de México, 2010), ocurrida el pasado cinco de junio, deja un vacío irrecuperable en el pensamiento crítico de nuestro país y más allá. Escritor, ensayista, académico, Bolívar Echeverría convirtió el aula en un laboratorio de ideas para la comprensión de nuestro tiempo, que se tradujo en una obra cuyos alcances todavía estamos lejos de valorar en toda su riqueza. Jaime Labastida, Rolando Cordera, Mauricio Molina y Carlos Echeverría Serur rinden homenaje a este universitario ejemplar.
Permítanme, queridos amigos, al iniciar esta sesión de homenaje a Bolívar Echeverría, antes que otra cosa, agradecer la generosidad de Stefan Gandler que ha cedido el espacio que Siglo XXI había concebido el día de hoy para presentar su libro más reciente y hacer de él un acto en el que recordemos a Bolívar Echeverría, fallecido apenas el sábado 5 de junio.
Por lo que a mí corresponde, debo decir que no haré un examen de la obra filosófica de Bolívar, sino que deseo evocarlo sólo en aspectos de carácter personal.
No recuerdo con precisión cuándo fue la primera vez que encontré a Bolívar Echeverría. Tuvo que haber sido, porque no pudo haber sido de otro modo ni en ninguna otra parte que en alguna reunión de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras. Debió haber ocurrido por los años en que ingresé como profesor de carrera en la UNAM, cuando Bolívar, apenas llegado de Alemania, se había establecido ya en forma definitiva en nuestro país. Hablo, por supuesto, de los primeros años del decenio de 1970. Acaso Bolívar no creía, por entonces, que México sería el espacio donde hallaría condiciones adecuadas para desarrollar su trabajo académico y en donde, a final de todo, encontraría su reposo definitivo. Desde aquel lejano entonces ya lo envolvía la fama que nunca habría de abandonarlo: la fama de un filósofo riguroso, exigente de sí mismo, que escribía sin prisas, como si sus palabras fueran piedras duras.
Durante varios años compartimos preocupaciones académicas en la Facultad de Filosofía y Letras. Acaso los mismos problemas en la filosofía, las mismas angustias como escritores y semejantes trabas editoriales. Nos sumergimos en el trabajo para hacer de la antigua Escuela Nacional de Economía, de la UNAM, la Facultad de Economía y en ella establecimos el Seminario de El capital. Bolívar estuvo al lado nuestro, en Siglo XXI; es uno de nuestros grandes autores y atrajo a la empresa a diversos escritores, desde entonces amigos nuestros, como Horst Kurnitzky y Stefan Gandler.
Una sola ocasión he ido a Ecuador y fue con motivo de un congreso internacional de sociología. En Quito, esa ciudad que parece colgada de las nubes y que es tres ciudades en una, Bolívar y yo éramos, en cierto sentido, intrusos. Me corrijo: yo sí lo era, pero él no: aunque no nació en ella, Quito era una ciudad de Bolívar (o, por lo menos, una de sus ciudades): mostraba con un orgullo no disimulado la cordillera de los Andes y la cumbre nevada del Chimborazo. ¿Por qué Bolívar abandonó Quito? ¿Por qué se fue a un país de lengua y cultura distintas a la suya, a la Alemania por aquella época partida en dos? Lo atrajo la filosofía, diré con precisión: la filosofía de un Heidegger, primero; la reflexión de un Marx, después. Sin embargo, dejó Alemania y se radicó en México.
¿Por qué eligió a México como destino? No podía saber que México sería su destino final. ¿Por qué eligió a nuestro país para vivir y trabajar en él? ¿Por qué quiso morir aquí? En última instancia, cada uno de nosotros ha de elegir en dónde morir. Ignoro qué movió a Bolívar a tomar esa decisión. Sé que en México halló un terreno propicio para el desarrollo de su trabajo; que la UNAM le brindó todo su apoyo para que realizara su labor docente. Pero ¿qué motivos de carácter personal lo hicieron permanecer en México? Lo ignoro, como ignoramos tantas cosas de los amigos que nos rodean.
Bolívar y yo éramos intrusos en aquel congreso de sociólogos, dije: nos hallábamos inmersos en un mundo ajeno al nuestro, por lo menos en la apariencia. Dos filósofos allí, en ese medio diferente. Bolívar no se hallaba en un medio que le fuera hostil ni diverso del suyo, sin embargo. En su más extrema juventud, había participado en revueltas estudiantiles ecuatorianas: esos signos juveniles de rebeldía quedan impresos, para siempre, en nuestra vida. La pasión por la justicia fue una marca indeleble en el pensamiento de Bolívar, al que le preocupaban la política, la vida cotidiana de los hombres, la suerte de los hambrientos. ¿Qué nos hace elegir nuestro camino? ¿Acaso los sentimientos, los ideales, las palabras? ¿Los ejemplos paradigmáticos de los hombres que admiramos? ¿Elegimos la vida? ¿Elegimos la muerte? ¿Por qué me es imposible hablar con serenidad, ahora, de Bolívar? ¿Por qué no puedo hablar de sus ideas? ¿Por qué recuerdo al amigo que se fue y no al pensador que habrá de permanecer, vivo, con sus preocupaciones?


Bolívar dejó escrito que Marx era varios Marx a la vez; que era un sujeto que respondía a diversos nombres y que en él había varios sujetos al mismo tiempo, podría decirse así, homónimos y heterónimos: en su nombre se crearon doctrinas diversas. Fue el Marx joven, pues, el que le permitió al joven Bolívar Echeverría emancipar su pensamiento de dogmas y ataduras, el que le brindó la posibilidad de hacerse cada vez más crítico y disidente. No desdeño, en modo alguno, al Marx joven, pero el Marx de Bolívar no es y no fue el mío. El mío es el Marx que desentrañó el mecanismo que rige en la economía capitalista, el Marx acaso hegeliano, el Marx que explica la economía del capital como totalidad que va de lo abstracto a lo concreto. Y, sin embargo, me urge decir que las diferencias entre Bolívar y yo jamás se tradujeron en discrepancias personales ni en discusiones agrias. Antes al contrario, esas diferencias eran un estímulo para el diálogo. Siempre tuve el mayor de los respetos por su trabajo intelectual.
Siento que la muerte ha tocado con su dedo de acero implacable a un hombre de mi propia generación y que ha muerto un semejante. Pero en la muerte, lo sabemos, los hombres somos, todos, semejantes. ¿Acaso no lo expresó Manrique, en versos insuperables? Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar / que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir; / allí los ríos caudales, / allí los otros, medianos / y más chicos, / allegados son iguales / los que viven por sus manos y los ricos. Siglos atrás, había dicho Homero: como la generación de las hojas, así la de los hombres. Todos los hombres somos mortales, desde luego. Pero aun cuando todos lo seamos, confieso que la muerte de Bolívar fue, para mí, una muerte súbita e inesperada. La muerte de Bolívar, entonces, ¿súbita, repentina, inesperada? ¿No he dicho que todos somos mortales, que todos debemos esperar la muerte? Pero, ¿quién espera la muerte, quién en verdad la espera? Vivimos haciéndonos los tontos, como si la muerte no viviera adentro de nosotros, ella, la única inmortal. Por eso me duelo ahora de la muerte de Bolívar Echeverría, mi amigo de cuatro decenios, no por súbita menos esperada. ¿Habría que protestar contra la muerte, es decir, contra la vida? 

Instituciones donde colaboró y entregó sus conocimientos:
Desde 1968 traduce y edita libros para la industria editorial mexicana  (Siglo XXI, FCE, ERA, El Equilibrista, Itaca). Ha preparado y editado diferentes revistas culturales:  Pucuna (Quito, 1961-1964), Latinoamérica (Berlín, 1962-1967), Cuadernos Políticos (México, 1974-1989), Palos (México, 1980-1981), Economía Política (México, 1976-1985) y Ensayos (México, 1980-1988) y Theoría (México,  desde 1991).

Desde 1973 es docente e investigador en la UNAM y otras instituciones culturales. 

Entre las instituciones a las que ha sido invitado a dar cursos y conferencias están las siguientes: Fundación Quito (1987), Centro de Investigaciones y Estudios Sociales del Ecuador (CIESE, Quito, 1992), Religionswissenschaftliches Institut (Freie Universität Berlin, 1993), Centro de Estudios Economicos e Sociais (Universidad de Coimbra, 1996), Universidad Autónoma de Puebla (1997, 1998), Universidad Andina “Simón Bolívar” (1995, 1999), University of New York, “Fernand Braudel Center” (1998), Lateinamerika Institut (Freie Universität Berlin, 2000), University of Pittsburgh (2001), La Salle University of New Orleans (2001), Kunsthochschule Braunschweig (2002) Harvard University (2004) y West Ontario University (2006).

Desde 1988 es profesor titular de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras, en la Licenciatura y el Posgrado, de la UNAM. Entre los premios que ha recibido están: Premio Universidad Nacional a la Docencia  (México,1997), Premio Pio Jaramillo Alvarado (FLACSO-Quito, 2004) y Premio Libertador al Pensamiento Crítico (Caracas, 2007).